Se conoce por este nombre a los últimos defensores españoles
del destacamento de Baler, aldea filipina de la isla de Luzón. Atacados por
miles de tagalos que aprovecharon para ello la invasión del archipiélado por el
ejército USA, 55 oficiales y soldados españoles resistieron durante 337 días el
asedio de los rebeldes filipinos, que les disparaban con fusiles y artillería.
Las hostilidades se iniciaron el 30 de junio de 1898 y obligaron a los
militares hispanos a atrincherarse en la iglesia del pueblo, único edificio de
mampostería de los alrededores.
El cerco a los defensores fue rigurosísimo y la disentería,
el beriberi y un hambre pavorosa causaron tantos estragos entre los españoles
como las heridas de bala o de obús. Los asediados se negaron a entregarse,
aunque España y su Gobierno ya se habían rendido y habían firmado el armisticio
con los estadounidenses en diciembre de 1898. Sin embargo, los soldados
españoles se negaron a creer que su país había sido derrotado y aguantaron el
cerco hasta que el día 2 de junio de 1899 (seis meses después del fin de la
guerra) pudieron leer una noticia sobre la derrota en un ejemplar de un
periódico de la metrópoli y comprobar que el diario no era una falsificación. Los
tenientes Martín Cerezo y Vigil de Quiñones, oficiales al frente de los 33
supervivientes del destacamento, firmaron en aquella fecha el acta de
capitulación y se entregaron a la fuerza filipina, que rindió honores militares
a los últimos defensores del orgullo hispano en Baler y en toda Asia.
113 años después, el espíritu de los defensores de Baler se
halla presente en una ciudad del sur de España, en la campiña andaluza del
marco de Jerez de la Frontera. 113 años después, más de un centenar de trabajadores
del transporte urbano defienden la calidad y cantidad del servicio público y
reivindican el cobro de las 5 nóminas trabajadas y no pagadas, mediante una
huelga indefinida desde hace 63 días. 113 años después, aún están entre
nosotros LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS.
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